No obstante, de estos logros, la falta de quórum llevó a la suspensión de la última sesión de la COP16 antes de alcanzar un acuerdo sobre cuestiones clave, sin que se haya fijado aún una fecha para retomar las negociaciones, las cuales deberían continuar en las reuniones interseccionales del CDB. Este impasse pudo haber influido en la falta de establecimiento de directrices claras para llenar los vacíos existentes en los mecanismos de monitoreo y verificación, fundamentales para evaluar si los países están cumpliendo con las metas del Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal, cuyo objetivo es detener y revertir la pérdida de biodiversidad para 2030. Al concluir la conferencia, sólo 44 países habían entregado sus Estrategias y Planes de Acción de Biodiversidad (NBSAP), lo que representa apenas el 22% de los Estados miembros del CDB.

Por otro lado, a pesar de los esfuerzos del país anfitrión, el mensaje de paz con la naturaleza de la COP16, que invitaba a mejorar la relación que tenemos con la naturaleza y repensar los modelos económicos actuales para plantear unos que no prioricen la extracción y la sobreexplotación, quedó relegado ante una realidad que mostró la indiferencia de los países frente a la erradicación de los subsidios a los combustibles fósiles. La meta 18 del KMGBF que establece la reducción de los incentivos perjudiciales para la biodiversidad, fue otro de los temas sin respuesta en esta COP. La omisión de una solución urgente y necesaria para la salida de los combustibles fósiles en el texto final representó una nueva oportunidad perdida para abordar la causa subyacente de la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.

A su vez, la COP16 concluyó sin un acuerdo sobre la financiación, ya que los países desarrollados, incluidos los de la Unión Europea, se negaron a aprobar el borrador de la versión final del texto. Al parecer, han dado preferencia a la financiación proveniente de “todas las fuentes” y en especial la liderada por el sector privado, a través de los créditos de biodiversidad, en lugar de asumir sus compromisos de movilización de recursos, bajo la premisa de “responsabilidades comunes, pero diferenciadas” en favor de los países que menos han contribuido con el cambio climático. Bajo esta lógica, las organizaciones de mujeres indígenas y afrodescendientes serán de las más afectadas, al estar especialmente marginadas de los fondos, y de la mayoría de subvenciones y mecanismos de financiación existentes.

En la Meta 19 del Marco Global para la Biodiversidad se propuso movilizar al menos 200 mil millones de dólares para 2030, con el compromiso de los países desarrollados de aportar 20 mil millones de dólares anuales para 2025 y 30 mil millones para 2030. La ausencia de estos recursos compromete la implementación efectiva del KMGBF y afecta de manera desproporcionada a los países del Sur Global. Diversos organismos internacionales, como la CIDH a través de  la REDESCA, han reiterado la urgencia de garantizar un financiamiento adecuado que incorpore un enfoque de derechos humanos y asegure la participación significativa de pueblos indígenas, afrodescendientes y comunidades locales para enfrentar la triple crisis planetaria: de la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la contaminación.

La COP16 culmina con varios temas aplazados, promesas aún en papel y una falta de financiamiento que podría condicionar el éxito de las acciones y los avances logrados. No obstante, es destacable la activa participación de una sociedad civil que se rehúsa a aceptar el ritmo actual de las negociaciones en torno al clima y la biodiversidad.